Asistencia caminera
Hace poco, mi hija Molly y yo realizamos un viaje de 2 días en auto desde Indianápolis a Pennsylvania. Enfrentamos varias dificultades en la ruta: una llanta desinflada, una manguera del radiador reventada, cosas no serias pero sí inconvenientes y morosos para reparar.
Estas molestias me llevaron a analizar de los problemas comunes de la vida. Saqué la conclusión de que vienen en tres tallas.
Contratiempos. Se rompe el auto, se reventa la plomería, un fuerte gripe aflige a uno. Significan gastos inesperados y tiempo perdido.
Conflictos. Provocados generalmente por choques personales, chismes circulados o confianzas traicionadas. Producen enojo, preocupación, y en lo extremo, honorarios para los abogados.
Catástrofes. Un diagnosis de cáncer terminal, un accidente grave de tránsito, la pérdida inesperada de un ser querido y la vida puede cambiar drásticamente en un breve instante.
OJO: Jesús no promete que sus seguidores estaríamos exentos de tales percances, como alegan algunos televangelistas populares. Pero sí, nos asegura de su constante presencia y ayuda adecuada en tiempos de prueba, como afirman estos pasajes de la Palabra.
Salmo 94.12-23
Hebreos 12.1-11
Santiago 1.2-12
Vale mencionar que Molly y tu siervo recibimos ayuda propicia justo en los momentos críticos para superar los problemas del viaje. Vino en forma de desconocidos amables, mecánicos hábiles y puntos de estacionamiento fuera de la autopista. Me dio la impresión de que el Señor nos acompañaba en cada momento, tal como promete.
Es como decía un gran amigo, con solo un poco de ironía: “El Señor siempre cuida a los tontos y niños.”
Dejo a ti adivinar quién sea quién.
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